Imagínese cruzar una mirada. Una mirada espejo, tan pura, que en esta mirada se ven tal como son. No tal como querrían ser, o tal como creen que son, pero como están de verdad.
Tanto que nunca habían medido toda la dimensión de su potencial, la bondad de su naturaleza, su fuerza, su libertad, su amor.
Es este tipo de experiencia interior que encuentro con delfines, cada vez que nado con ellos y que muchos de los que me acompañan experimentan también.